“Desde el macho y la hembra traza un circulo único, de donde surge el cuadrado de lados iguales.
Traza a partir de él un triángulo, en contacto por todas partes con una redonda esfera. LA PIEDRA entonces habrá nacido.
Si tu espíritu es lento para captar este misterio, comprende la obra del geómetra y sabrás.”
(Michael Maier – La fuga de  Atalanta)

 

 

En un grabado de 1618 de Michael Maier aparece un personaje que con un compás traza un círculo en un muro en cuyo interior están un hombre y una mujer, símbolos del andrógino, limitados por otro círculo inscrito dentro de un cuadrado que a su vez está dentro de un triángulo. Lluïsa Vert en su curso de “Simbología-procesos prácticos” dictado en la Universidad de Barcelona, señala que con esta imagen se representa el orden nuevo introducido en el caos por la medidaEs que el caos no tiene medida ni forma, por eso requiere la introducción de la medida para reconstruir el orden de la creación.    Pareciera que el grabado intenta recordarnos que la obra del ser humano consiste en reunir el cielo con la tierra o lo de arriba con lo de abajo. Con la imagen del hombre (sol – padre) y de la mujer (luna – madre), podría pensarse que la síntesis estará en la figura del Hijo en el que se reúnen los opuestos: el sol y la luna, la madre y el padre, lo femenino y lo masculino, el mercurio y el azufre, lo superior y lo inferior, en definitiva, la reunión de lo separado.

La figura del Rebis Alquímico (en latín “cosa doble”) que aparece en el Tratado de Azoth, de Basilio Valentín, hace referencia a la unión de los opuestos para la composición de la materia para la Gran Obra, una sustancia doble, unión de una fija y otra volátil.

Es que la cuestión de la separación y el sufrimiento que trae, requiere considerar los mitos del origen. En la mayoría de ellos se parte de la idea que en el inicio existía una totalidad indivisa – primordial-, la que con el nacimiento del mundo se fragmenta. En Platón, es descripto como el andrógino esférico, y se corresponde con el mito del huevo cosmológico, en el que la creación se produce por el seccionamiento del huevo en dos mitades opuestas y complementarias al mismo tiempo. La fragmentación de esta unidad primordial es vivida por el hombre como una caída, una pérdida, o una culpa originaria.

En este sentido, Raimón Arola sostiene que el reencuentro o la reconstrucción de la unidad entre el cielo y la tierra es el objeto de todas las tradiciones y el fundamento del pensamiento simbólico. En palabras de Vert “el ser humano es el símbolo por excelencia pues reproduce el proceso simbólico en su totalidad: unidad, separación y reunión. Es también el único lugar de la creación donde los opuestos pueden unirse dando origen al ser completo o andrógino.”

Entonces, la reunión en los distintos relatos míticos es el producto del viaje espiritual que nos devuelve a nuestro lugar de origen o a nuestro estado original, este retorno a la primera unidad lo describe Louis Cattiaux del siguiente modo: “Si plació a Dios hacerse hombre, ahora corresponde al hombre rehacerse Dios” (El Mensaje Reencontrado, § 9,2). Al parecer éste sería el secreto del hombre y de Dios, la búsqueda de la unidad original, del ser completo, al que se arriba a  través  de  las  tres  etapas  del devenir espiritual del ser humano: creación,  caída  y  regreso o restauración.

Carlos del Tilo, seudónimo de Charles d’Hooghvorst, en “El libro de Adán”,  reflexiona sobre el simbolismo de un misterioso libro que Dios le dio a Adán en el Paraíso y que contiene el secreto de la reunión del Cielo y la Tierra donde destaca que en el Zohara aparece una mención al “libro de las generaciones de Adán” en el que estaría grabado el misterio de la sabiduría y explicado el nombre sagrado. En dicha mención el Zohar dice: “Este es el libro de las generaciones de Adán en el día en que Elohim creó a Adán. Elohim lo hizo a su imagen macho y hembra. Él los creo y los bendijo, y los llamo con el nombre de Adán cuando los creo.” (Génesis v,1-2).  Éste sería el secreto de la creación del hombre, que Del Tilo descubre como la unión de dos entes llamados “macho” y “hembra”. Ambos, unidos, constituyen al Adán.

Al parecer tanto la expulsión de Adán y Eva del Paraíso como la destrucción del templo de Jerusalén en la tradición judía poseen el mismo simbolismo que se refiere a la separación del ser humano de Dios. Y la búsqueda del hombre, entonces, consistiría según Vert en recobrar su estado adánico, o la reconstrucción simbólica del templo.  Dicho estado adánico o ser regenerado, lograda luego de la reunión posterior a la separación de la caída, es andrógino (macho y hembra), es decir, un ser doble, que integra los elementos contrarios.

En un grabado de 1574 atribuido a Leonhard Thurneysser se ve una figura humana que es hombre y mujer divida en cuatro. Lluïsa Vert, en un análisis de la figura, señala que los dos matraces que sostiene en sus manos “…uno hacia arriba y el otro hacia abajo de los que surgen dos pájaros simbolizan el fijo y el volátil de la obra alquímica. El fijo, el pájaro de color negro se eleva, es decir, la materia se sublima, y el volátil de color blanco desciende, es decir, el espíritu se corporifica. Sería la imagen de la reunión entre el hombre y la mujer, el cielo y la tierra, el fijo y el volátil, etc. Es también la imagen del símbolo completo, cuando la comunión entre el Creador y la criatura es total.

En la carta del tarot “El Mundo” aparece una figura andrógina en el centro para representar el final del viaje del Loco, en ella los opuestos se han combinado y Sallie Nichols  en “Jung y el Tarot” así la describe como la experiencia del sí-mismo en términos junguianos: “Por primera vez vemos representada simbólicamente la totalidad de la creación: la tierra, las plantas, los animales, las aves, el hombre y el ángel. La figura del centro, no es ninguna de todas éstas ya que, siendo un andrógino, abarca más que esto y trasciende la vulgar humanidad. No es simplemente la suma de todos sus aspectos, sino más bien la quintaesencia, un estado del ser más allá de las cuatro dimensiones de la realidad ordinaria.

Según Nichols la individuación significa estar totalmente revelado como persona total, no perfecta, pero si completa. Creo que este es el fin último de nuestra búsqueda: revelar la forma escondida en nosotros que no es sino la integración completa de nuestro ser.