Los métodos empleados para transformar vegetales en tejidos se desarrollaron de forma independiente en varios puntos del globo. Durante miles de años, ninguno de los numerosos pueblos que cultivaban algodón tuvo conocimiento de que otras poblaciones del planeta estaban haciendo esfuerzos idénticos a los suyos. Los métodos fueron evolucionando, pero hacia el SXIX el cambio ya era drástico; los comerciantes compraban por todo el mundo el algodón en rama para transportarlo a las factorías británicas, allí se transformaban las dos terceras partes del algodón del planeta.
El algodón seguía siendo el mismo, sin embargo algo había cambiado para siempre, había nacido la materia prima global.
Esta progresiva extensión en la escala de los procesos sociales desde un ámbito local o regional hacia un ámbito mundial, que se fue dando en todos los órdenes, (Bayly, 2010) fue generando una estratificación que produce efectos desiguales entre globales y locales.
Previo a la globalización, el mundo era concebido una totalidad abstracta que avanzaba hacia un orden universalizador, la geopolítica mundial era estática, caracterizada por un contraste Este-Oeste, escindido por cuestiones ideológicas. Con la caída del Muro de Berlín este sistema bipolar entró en crisis, diez años después, se manifestó una nueva caracterización mundial. El contraste Este-Oeste se transformó en el anunciado contraste Norte-Sur; entre países industrializados y en vías de desarrollo, donde las naciones del Norte alojan alrededor del 24% de la población mundial, pero utilizan cerca del 80% de los recursos energéticos y minerales. Dado que el mayor crecimiento demográfico se verifica en los países pobres, esta relación se habrá de tornar aún más regresiva en los próximos años.
Esta dislocación de los procesos productivos a nivel global ha revelado aspectos devastadores. Existe una movilidad de la riqueza de unos, los globales, que tiene como reverso la inmovilidad y miseria de los otros, los locales, ambos conciben así sus realidades como escindidas. Las riquezas son globales mientras que la pobreza es local. De ahí que se hable del fin de la geografía ya que las distancias pasaron a ser un guarismo relativo cuya magnitud solo dependerá de la mayor o menor inversión necesaria para cubrirla.
La tecnología polarizó a las personas entre quienes tienen acceso a ella y pueden gozar de versiones más actualizadas y los otros, los que quedaron varados en las localías. Este poder globalizado no tiene asentamiento geográfico y circula libremente. Los procesos globalizadores incluyen una segregación, separación y marginación social progresiva.
Las tendencias neotribales y fundamentalistas son hijas tan legítimas de la globalización como la tan festejada “hibridación” de la cultura superior, es decir, la cultura de la cima globalizada. En la actualidad, los centros de producción de significados y valores también son extraterritoriales y están emancipados de las restricciones locales.
La deshistorización de la cultura y el fin del Estado Nacional han precipitado las cosas, la Iglesia y la religión han subrogado toda interioridad que no se disponga sobre un plano de una moral convencional.
Sabemos que la cultura es un sistema de significados compartidos que las personas pertenecientes a la misma comunidad, grupo o nación, utilizan para poder interpretar el mundo y darle un sentido. Solo así crea entre ellos un vínculo común, un sentido de comunidad y de identidad con los otros. La cultura estabiliza la identidad y garantiza que el tipo de vida de aquellos que forman parte de la misma sea homogéneo, por muchos siglos la mayor parte de las personas ha vivido la propia vida de este modo, en el interior de una red dikelógica y nomológica de características locales.
La globalización ha desdibujado los contornos de las culturas locales y sobre todo de la relación natural que vincula cultura, identidad y terruño.
Las varias partes del mundo han sido primero artificiosamente acercadas las unas a las otras por el proceso de globalización, por la velocidad y por la intensidad de las comunicaciones, por el intercambio de las ideas, por la información global, por mercaderías globales, por la homologación de las técnicas productivas, todo lo cual no tiene en cuenta las diversidades culturales.
La globalización se volvió un fenómeno unilateral que favorece un pensamiento único, una homologación forzada de modelos de consumo, de estilos de vida y sistemas culturales nuevos impuestos por una elite mundial. Las elites son cada vez más globales y extraterritoriales mientras que el resto de la población está “localizada”
La nacionalidad ha sido demonizada al punto de considerarla, en un extremo, como el mito que construyó el mundo moderno propicio a las dictaduras, el racismo y el genocidio. Esta postura radical conlleva la aniquilación de la tradición humanística y la desvalorización de la traditio (transmisión), puesto que el pasaje de saberes de una generación a otra es denostado y reemplazado por el pasaje de saberes de la cima globalizada hacia los locales que aspiran a estar globalizados, todo ello en una sociedad de productos globales y consumidores también globales.
El pensamiento global es único, progresista, migracionista, a través de los medios, la escuela y todos los instrumentos de transmisión se va vehiculizando un pensamiento homologado, donde todo es impuesto desde la cima global. Este nuevo orden mundial puede emitir prohibiciones asentadas sobre políticas higienistas que limitan los derechos básicos del individuo al mismo tiempo que propaga el Covid-19; se trata de renunciar a los derechos a cambio de ser defendidos contra peligros aterradores como pestes y plagas.
Integración y parcelación, mundialización y territorización son procesos recíprocamente complementarios. Más precisamente, son las dos caras de un mismo proceso: el de la redistribución mundial de la soberanía, del poder y de la libertad para actuar, pero detonada por el salto cualitativo en la tecnología de la velocidad. (Bauman 2003)
Este nuevo orden mundial tiende a la pérdida de identidad, a la uniformidad de los estilos de vida, al aplastamiento de las culturas, a las imposiciones de formas tecnológicas y a la homologación de las formas jurídicas, donde la política es solo una asignación arbitraria de riesgos. De este modo, si bien comparten la sociedad de consumo, la brecha de la desigualdad entre los globales y los locales continúa acrecentándose día a día. La diferencia de riqueza entre Norte y Sur que en 1965 era de 30:1 en 2000 ya era de de 70.1.
Según una estadística de Jeremy Rifkin, de la Foundation of Economic Trends, 366 personas tienen el 40% de la riqueza del mundo; 1.300 millones viven con menos de un dólar al día y 800 millones sufren hambre.
Un informe del Banco Mundial da cuenta de que pese al aumento de la riqueza per cápita registrado a nivel mundial entre 1995 y 2018, muchos países se encuentran en una trayectoria de desarrollo insostenible, agotando su capital natural y humano través de medidas que impulsan el consumo o el ingreso a corto plazo.
El Informe sobre la Riqueza Mundial– Global Wealth Data Book 2022, elaborado por CreditSuisse con datos de finales de 2021, expone que los individuos de la cima globalizada poseen patrimonio neto alto o muy alto, están concentrados en determinados países y tienden a compartir estilos de vida similares, participar de los mismos mercados globales de bienes de lujo e incluso participan de las mismas carteras de inversión.
Estimó que para finales de ese año 62,2 millones de personas tendrían una riqueza entre 1 y 50 millones de dólares, concentrada en América del Norte, mientras que América Latina, India y África en conjunto representarían sólo el 3,4% del total.
En el siglo XXI, los desafíos globalizados se caracterizarán por una compleja trama de interrelación entre el respeto por los derechos subjetivos, la preservación del entorno natural y el rédito económico de los particulares y de los Estados. De ahí que actualmente el concepto de ética en las inversiones se asienta sobre los llamados criterios ESG, por su sigla en inglés, que implica criterios de valoración según tres dimensiones, ambiental, social y de governance, que miden la sustentabilidad de una empresa por la armonización de las tres variables a través del score ESG.
El desarrollo económico no será sostenible desde el punto de vista social si no es inclusivo. La inclusividad implica que las naciones más pobres equiparen sus niveles de riqueza per cápita con los países más ricos, como ya está planteado por la ONU mediante los Diecisiete Objetivos de Desarrollo Sostenible -ODS- para 2030. El camino a recorrer es reconstruir la confianza para reequilibrar los intereses dentro de este contexto en un marco de cooperación multilateral.
Será necesario afrontar a nivel nacional las consecuencias de la disminución del poder económico y del poder sobre del control de la red global. No existen instituciones de gobernanza global que afronten la cuestión. La Unión Europea y aún los organismos internacionales no escapan a este problema. El mundo quedó de algún modo atrapado en la visión dualista de Bretton Woods, hoy es necesaria una visión más amplia con instituciones globales que afronten los desafíos de la globalización en todas sus implicancias. Tendremos así la oportunidad de rediseñar instituciones multilaterales que no apunten a sustituir los estados nacionales sino que permitan responder a la necesidad de estabilidad, prosperidad y paz de los ciudadanos aún en un mundo globalizado.
Es un escenario complejo pero una perspectiva mejor que el triste presente de un sistema que se auto fagocitó al naufragar en sus propias antinomias internas.
Bayly, Chistopher A. “El nacimiento del mundo moderno, 1780-1914”, Madrid, Siglo XXI, 2010.
Beckert, Sven “El imperio del algodón, una historia global”, Barcelona, Ed. Planeta, 2015.
Bauman, Zygmund, “La globalización, consecuencias humanas” Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2003.
Falk, Richard “La globalización depredadora” Buenos Aires, Siglo XXI, 2002.
Global Wealth Report 2022, Credit Suisse
Banco Mundial
Muy interesante la nota! Nos invita a una necesaria toma de conciencia.
Representa un nuevo desafío para esta generación.