La libertad de expresión sea individual o colectiva, así como la libre expresión de los medios, ha desarrollado a través de la historia un rol fundamental en toda sociedad, es considerada uno de los pilares de las democracias modernas y constituye una de las condiciones esenciales para garantizar la tutela de los derechos humanos.
La libertad de expresión instala un diálogo positivo sea en el plano individual como en el colectivo, pero conlleva una serie de deberes y responsabilidades para quien la ejerce. Muchas veces en nombre de la libertad de expresión, sea en forma individual o colectiva, en forma oral o escrita, desde los medios o incluso desde los estrados estatales, no se ha hecho otra cosa que propalar el más acérrimo discurso de odio.
Identidad y alteridad
La raíz latina identitas proveniente de idem, refiere a “lo mismo” y por lo tanto alude al concepto de igualdad, de semejanza. La individualidades son identitarias por confrontación con lo otro, con lo que no es igual y es el punto de partida para diferenciarse y a menudo oponerse a todos aquéllos que no son adscribibles bajo el mismo signo identitario. Para Lévinas la alteridad forma parte de la propia identidad y es aquello que nos particulariza y describe como individuos; gracias a la relación con el otro y con lo diverso es que el sujeto se identifica como tal para subjetivarse. Identidad, alteridad y diversidad conforman el multiverso de la pluralidad.
En las sociedades la identidad como constructo se erige sobre la base del reconocimiento de algún origen común o de características compartidas, así la condena de la diversidad surge de un sentimiento de auto conservación de determinados grupos hegemónicos y donde los exogrupos son estigmatizados.
Fenomenología del odio en la identidad nacional – La construcción del enemigo
Tener un enemigo social es un proceso que se ha repetido a lo largo de la historia, y su construcción definine la propia identidad y procura un obstáculo contra el cual medirse y usar como piedra de toque del propio sistema axiológico social frente a aquel otro distinto y “no normalizado”, de ahí que Umberto Eco haya dicho que cuando no tenemos un enemigo es necesario construirlo. Aquí encontramos la génesis del odio identitario.
Por eso el primer momento en la construcción simbólica del genocidio es la construcción de una otredad negativa que atenta contra el “sentir nacional” contra sus valores, contra sus costumbres y su religión, y para ello se acude al sentimentalismo a través de otorgarle un valor preeminente al nacionalismo, a los símbolos patrios, a los héroes de bronce y a la memoria de un pasado heroico y nacional que se encuentran indefensos y que se ven amenazados por grupos negativizados y ajenos al endogrupo hegemónico y normalizado y cuyos individuos están estereotipados. Esto reduce a los individuos de un mismo grupo a una única dimensión, uniformándolos o esencializándolos, o sea explicando sus conductas y sus valores a través de lo que son. Los estereotipos asociados a un grupo conducen a desarrollar prejuicios que se insertan en un conjunto más amplio, la narración.
La narración es un relato de hechos reales o imaginarios, previamente seleccionados y presentados en una secuencia coherente y preconcebida para abonar la visión estereotipada del grupo hegemónico. Puede haber formas narrativas diversas tales como cine, literatura, música, periodismo, publicidad. De este recurso narrativo hegemónico existen infinidad de ejemplos a través de la historia, baste citar el tratamiento que el cine de Hollywood daba a la Segunda Guerra Mundial, donde los soldados enemigos eran presentados como cobardes, traidores, crueles y hasta torpes, mientras soldados los aliados eran virtuosos y bellos, casi héroes solares; claramente la finalidad no era otra que afirmar y exaltar el relato del “american way of life”; del mismo modo, 25 siglos atrás Esquilo en su tragedia Los Persas sobre el triunfo griego en Salamina, presentaba a un enemigo desculturizado y helenizado que incluso invocaba a los dioses griegos.
La “la imagen del enemigo” construida a través de una narración ad hoc es generalmente utilizada para reforzar la cohesión nacional e instigar un grupo contra otro o bien estigmatizar a un colectivo determinado culpándolo de los males sociales y constituirlo en chivo expiatorio. La construcción del enemigo justificará también su eliminación. Por lo general, a través de la historia, los discursos de seguridad interior y exterior se han sustentado sobre la realización simbólica de la destrucción del enemigo. El enemigo es el otro, un colectivo extraño que conforma una amenaza y que es necesario eliminar, baste recordar el Ku Kux Klan llamado el grupo del odio eterno.
Adolf Hitler escribió en Mi lucha: “…se debe convenir que no es por azar que, en primer lugar, son siempre los judíos los que procuran y saben inocular en el espíritu del pueblo ideas tan mortalmente peligrosas”. “Esa gente, que fabrica un programa de ideas propias o de ideas resultantes de lecturas, es generalmente más peligrosa que los enemigos declarados”. Este libro fue escrito en 1925, más de diez años antes del estallido de la guerra pero ya estaba preconstituyendo un relato sobre el que más tarde se asentaría uno de los mayores genocidios de la historia.
Durante la peste negra que devastó Europa y Asia en el S.XIV, se acusó a los judíos de haber envenenado las fuentes de agua y sin prueba alguna rápidamente se iniciaron progromos judíos en toda Europa.
“No fue culpa de ustedes que esto pasara, es culpa de China y China va a pagar un precio muy alto por lo que le hizo a este país. China va a pagar un precio muy alto por lo que le hicieron al mundo, esto es culpa de China”. D. Trump, Presidente de los EE.UU., en referencia a la pandemia de coronavirus, octubre 2020.
Durante los siglos XVI y XVII se utilizó el racismo para justificar el tráfico de esclavos de África: “son esclavos porque son negros, los blancos no podrían ser esclavos porque son blancos”, era la justificación del relato, es decir lo que los hacía esclavos era su propia naturaleza, casi como un designio del destino, su condición étnica naturalmente los excluía del grupo hegemónico de los hombres libres, los blancos. En 2015, la ONU instauró el “Decenio de los Afrodescendientes”, con el fin de promover y proteger los derechos de quienes se consideran descendientes de africanos, y que son unos 200 millones de personas solo en las Américas, el 90 % de las cuales vive en la pobreza.
En el caso de nuestro país, los afrodescendientes fueron “carne de cañón” en la Guerra de la Triple Alianza en la que incluso se llegaron a liberar esclavos negros para que reemplazasen a los soldados blancos, cuya vida era considerada más valiosa. A lo largo de la historia se ha construido en la Argentina la figura del enemigo social alrededor de distintos colectivos lo que ha justificado desde su discriminación hasta incluso su proscripción, persecución o exterminio, según el caso y la época. Podemos mencionar entre estos grupos los habitantes originarios, el gaucho, los anarquistas, los cabecitas negra, los hippies, el homosexual, el opositor político del partido gobernante, los artistas disidentes, etc. Incluso algunas expresiones de la cultura popular, tales como el lunfardo en la letra de los tangos o el arte del fileteado en el transporte público, fueron prohibidas ya que se ubicaban fuera del canon cultural hegemónico.
El caso de los judíos en nuestro país merece párrafo aparte. Luego del conflicto de enero de 1919 conocido como la Semana Trágica, los judíos fueron especialmente acusados y detenidos. En febrero de ese año se creó la Liga Patriótica Argentina que propiciaba el retorno a la “moral cristiana” y actuar contra la “extranjería”. Posteriormente surgieron otros grupos nacionalistas como la Alianza Libertadora Nacionalista, donde la representación del judío consolidaba la imagen del enemigo. Al finalizar la Segunda Guerra Mundial muchos nazis encontraron refugio en nuestro país. En la década del ’60 aparece un nuevo grupo antisemita: los Tacuara, admiradores del falangismo español, con capacidad de movilización y violencia callejera
En la década de los ’70 aparece la Alianza Anticomunista Argentina, -Triple A-, grupo paramilitar de sesgo nacionalista acusado de asesinatos así como de la desaparición forzada de personas. La violencia antisemita alcanzó su punto más alto durante la dictadura genocida de 1976 donde los detenidos judíos eran particularmente denigrados y brutalmente torturados.
Posteriormente, en los ’90, aparecieron otros grupos intolerantes como los Skinheads. Algunas agrupaciones políticas también se alinearon con posturas del nacional socialismo como el Partido Nuevo Orden Social Patriótico y el Partido Nuevo Triunfo, los cuales sin embargo tienen bajo nivel de representación y en el ámbito jurídico les fue denegada la personaría, en general la articulación política de agrupaciones de sesgo nazi-fascista tiene en la Argentina mucha menor envergadura que la que evidencia en Europa.
Una sociedad de iguales es una sociedad que reconoce las diferencias, no para eliminarlas ni para intentar normalizarlas sino para aceptarlas en su totalidad ontológica identitaria. La igualdad inclusiva es una noción intersubjetiva de respeto y de reconocimiento que presenta un perímetro mayor ya que se trata de la vinculación de un ente con la totalidad. De ahí que en los sistemas jurídicos, la igualdad es un valor que tutela las diferencias, un valor asociado a todas las diferencias de identidad que hacen que cada individuo sea distinto de los demás y al mismo tiempo una persona igual a todas las demás.
Las frágiles fronteras entre la libertad de expresión y el discurso de odio
Recordemos aquí al filósofo Karl Popper, en su crítica al mito del marco común instalado en la sociedad, según el cual toda discusión sería fructífera cuando los participantes comparten un marco común. Al respecto refuta: “…Sostengo que la ortodoxia es la muerte del conocimiento, pues el aumento del conocimiento depende por entero de la existencia del desacuerdo” (Popper, 2005), toda vez que el desacuerdo conduce a la argumentación y la crítica mutua. Esa es la esencia de todo sistema democrático.
La libre expresión como derecho fundamental implica no solo el derecho a la palabra oral y escrita sino también a la expresión artística y simbólica y es un derecho protegido por los pactos internacionales, –vgr. el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, art. 20.2; Convención Americana sobre Derechos Humanos -CADH- art. 13; la jurisprudencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos -CIDH- y su homólogo Tribunal Europeo de Derechos Humanos –TEDH/Tribunal de Estrasburgo-.
Pero no todas las formas de expresión son protegidas y las limitaciones pueden ser aplicadas según cada caso específico, contra toda forma de expresión que difunda incite, promueva o justifique el odio basado en la intolerancia. Aquí estamos en presencia del hate speech o discurso de odio.
La expresión discurso de odio aparece en circulación a partir de documentos de los organismos internacionales en la segunda posguerra. El Consejo de Europa define el discurso de odio como las formas de expresión que propagan, incitan, promueven o justifican el odio racial, la xenofobia, el antisemitismo y cualquier otra forma de odio fundado en la intolerancia, incluida la que se expresa como nacionalismo agresivo y etnocentrismo, la discriminación y la hostilidad contra las minorías, las personas inmigrantes y las nacidas de la inmigración.
La categorización de discurso de odio se afirmó en los años noventa y la sensibilidad del tema fue creciendo hacia otras categorías tales como discapacitados, mujeres, ancianos, integrantes del colectivo LGBTI, etc., ello independientemente de las formas que asuma, sea oral, escrita, simbólica, etc y de su alcance jurídico en el sentido que la acción configure un “delito de odio” según los distintos ordenamientos normativos.
Unos de los casos de intolerancia embozada lo vemos en el humor, en la sátira estereotipada sobre las mujeres o sobre determinados grupos sociales o étnicos. Se trata sin duda de la exteriorización solapada de posturas discriminatorias tales como la misoginia, eslavofobia, islamofobia -y otras expresiones semánticamente contiguas o hipónimas-, en síntesis es la afirmación negativa de la cultura hegemónica patriarcal y etnocéntrica. Todos estos conceptos por su engrosamiento semántico actualmente están adscriptos en la categoría general del discurso de odio. Al respecto, podemos designar las siguientes categorías sin que tal enunciación constituya un numerus clausus:
- Xenofobia. Antisemitismo. Negrofobia. Afrofobia
- Intolerancia religiosa. Integrismo religioso
- Homofobia y LGTBIfobia
- Serofobia. Eugenismo (los nazis mataron 300.000 adultos y niños con discapacidades)
- Aporofobia
- Feminicidio. Machismo
- Edadismo. Gerontofobia
- etc.
La Corte Europea de los Derechos Humanos estableció que es obligación de los estados miembros criminalizar toda forma de discurso de odio y proteger activamente a las víctimas. La represión penal del discurso negacionista constituye una restricción necesaria de la libertad de expresión en una sociedad democrática.
Sin embargo, las conclusiones de la encuesta de la Agencia de los Derechos Fundamentales de la Unión Europea -UE- sobre antisemitismo en 2018 son alarmantes. Conforme las respuestas de los encuestados se arribó a los siguientes guarismos:
- el 85 % considera que el antisemitismo y el racismo son los problemas más acuciantes en los Estados miembros de la UE donde se ha llevado a cabo la encuesta.
- el 89 % cree que el antisemitismo ha aumentado durante los últimos cinco años en su país de residencia.
- el 72 % expresa su inquietud respecto al aumento de la intolerancia hacia los musulmanes.
- el 88 % cree que el antisemitismo on line ha aumentado durante los últimos cinco años.
Discurso de odio en los medios: el rol la Radio de las Mil Colinas en el caso del genocidio en Ruanda
El 6 de abril de 1994, el avión que transportaba al presidente ruandés, miembro de la mayoría étnica hutu, fue derribado y todas las personas a bordo murieron. En pocas horas, extremistas hutus tomaron el poder y una ola de asesinatos se desató contra la minoría tutsi. La radio de las Mil Colinas coordinó el genocidio mediante mensajes de odio con un alcance que cubría casi todo el país en especial las zonas más pobres donde sus mensajes eran considerados órdenes a ser cumplidas. La radio incluso invitaba a los tutsi a presentarse para ser asesinados y muchos adultos se sacrificaban para intentar salvar a los niños.
En el año 2003, el Tribunal Penal Internacional para Ruanda procesó a los responsables de la emisora y los condenó a prisión perpetua por genocidio e incitación pública a cometerlo. “No respetaron la responsabilidad que conlleva la libertad de expresión – dijo el Tribunal-. Fue el primer proceso contra un medio de comunicación implicado en discurso de odio y actos de genocidio luego del llevado a cabo contra la propaganda nazi en Nüremberg.
Estos son algunos textos de odio de las transmisiones de abril de 1994 conservadas en el archivo del Tribunal Penal Internacional: “Corten los pies a los niños tutsi así caminarán de rodillas por toda la vida” “Maten a las niñas tutsi así no habrá más futuras generaciones de cucarachas” “Los siguientes traidores hutu deben ser matados: el señor xxx, la señora xxxx . Viven en el sector norte de Butete”. “El traidor xxxx se negó a matar tutsis y ha huido. Hay que buscarlo y matarlo, pero primero vayan a su casa y maten a su esposa y a sus hijos”.
En 100 días fueron asesinados entre 800 mil y un millón de personas pertenecientes a la etnia tutsi, instigados por un discurso de odio emitido a través de un medio de comunicación masivo.
La difusión del discurso de odio en Internet
En Internet es más difícil individualizar las responsabilidades así como su sanción ya que los posteos pueden ser anónimas, permanecer publicados en el tiempo y tienen capacidad de propagación viral a nivel interjurisdiccional y transnacional.
Si antes solo una élite podía difundir su pensamiento a través de la televisión o los diarios, hoy en día con Internet cualquiera puede hacerlo. El troll, persona que anónimamente publica mensajes provocadores o cargados de odio es el paradigma de estos tiempos, donde en el vasto problema de la polución informativa las patologías del hate speech se cruzan con las fake news.
En los últimos años ha crecido la presión a las grandes empresas digitales titulares de portales o redes para controlar los contenidos discriminatorios o que involucren discurso de odio. La Corte Europea ha dicho (in re Delfi vs. Estonia, 2015) que las responsabilidades por los comentarios posteados por los usuarios del portal de noticias recae en el mismo portal que posee el control editorial de la sección comentarios.
No obstante, se critica la falta de transparencia de los algoritmos que operan en el control de contenidos así como la calidad del trabajo de los moderadores o “trusted flaggers” usuarios certificados que se ocupan de señalar a las plataformas los contenidos ilegales o antiéticos. Veamos las disposiciones de las plataformas más populares:
Yahoo prohíbe contenidos ilícitos, dañosos, abusivos o difamatorios u ofensivos, basándose en un algoritmo construido sobre el análisis de contenidos de discurso de odio. La tasa de precisión es considerada del 90%.
Twitter en sus reglas de uso prohíbe la publicación de amenazas o incitación a la violencia. Ha especialmente perseguido el discurso de odio en ocasión de la elección del presidente Donald Trump cuando la network estuvo infectada de insultos contra las minorías.
Youtube defiende el derecho a la libertad de expresión buscando un delicado equilibrio, prohíbe el discurso de odio utilizando una definición aún más amplia que la enunciada por la Convención Internacional de los Derechos Humanos.
Facebook remueve todo contenido de odio. Ha publicado una declaración propia sobre derechos y responsabilidades de los usuarios que veta el discurso de odio ante la ausencia de una definición única mundialmente aceptada.
Tik Tok prohíbe las ideologías que inciten al odio, frenando la difusión de lenguaje y símbolos del neonazismo y el supremacismo blanco, contra la cultura musulmana y LGTBI, y declaraciones que tengan origen en ideologías como el identitarismo y la supremacía masculina.
Otra de las nuevas tácticas para contrarrestar el discurso de odio la encontramos en los counter speech, grupos de jóvenes que discuten y mantienen conversaciones alrededor del mundo como respuesta a los contenidos de odio. Esta metodología es más veloz y eficiente y es capaz de actual en cualquier lugar del mundo, preservando a la vez el principio del espacio público abierto y libre para el debate y evita eliminar contenidos , recurrir a ello sólo en casos extremos.
Debemos recordar que la democracia es el resultado de un diálogo continuo entre todas las partes y que está constituido por coincidencias, contestaciones y desacuerdos. Por ello es necesario que la normalidad sea el libre fluir de la palabra y que la limitación del derecho de expresión e incluso la incriminación de ser necesaria, sea la última ratio en contraposición al derecho a la libertad de expresión.
La necesidad de erradicar la intolerancia y el discurso de odio: desafío de las democracias modernas
La Convención Interamericana contra toda forma de discriminación e intolerancia (A-69) en su artículo 1° caracteriza la discriminación y la intolerancia al establecer que “Intolerancia es el acto o conjunto de actos o manifestaciones que expresan el irrespeto, rechazo o desprecio de la dignidad, características, convicciones u opiniones de los seres humanos por ser diferentes o contrarias. Puede manifestarse como marginación y exclusión de la participación en cualquier ámbito de la vida pública o privada de grupos en condiciones de vulnerabilidad o como violencia contra ellos”.
El Consejo de Europa ha publicado en 2016 “Orientaciones – Manual para combatir el discurso de odio en internet a través de la educación en derechos humanos”, dirigido especialmente a los docentes. En Accountable Journalism, -https://accountablejournalism.org-, la más grande colección internacional de códigos de ética de organizaciones periodísticas, se publica un test guía para que el periodista pueda discriminar cuando una publicación contiene expresiones de odio. Otras organizaciones privadas, como por ejemplo Cospe con presencia en 25 países, ha publicado el manual “Silenciar el odio”.
Argentina está atrasada en materia de legislación del delito de odio, la Ley 23.592 de 1988, otorga el derecho al damnificado a reclamar que cese todo acto discriminatorio. Agrava la pena prevista en todo delito cuando fuera realizado por motivo de odio a una raza, religión o nacionalidad. Específicamente castiga con la pena de prisión de un mes a tres años, a quien alentare o incitare a la persecución u odio por razones de nacionalidad, etnia o religión.
No obstante, y si bien son varios los ordenamientos jurídicos del mundo que criminalizan el discurso de odio y el delito de odio, la hipertrofia del instrumento penal no resuelve problemas sociales sino que por el contrario, la necesidad de la actividad represiva pone de manifiesto la existencia de una grave enfermedad social, la intolerancia y el odio.
La intolerancia, con distintos grados de intensidad se encuentra presente en lo cotidiano, teñida de miedo y prejuicio. La discriminación es el elemento seminal activo que una vez instalado en esa raíz emocional deriva en discurso de odio e incluso en delitos de odio.
El odio como sociopatía ha existido desde hace siglos y lejos de ser erradicado cada vez obtiene más difusión enancado en la capilaridad de los medios y en la velocidad exponencial de las redes sociales. Se impone sensibilizar y educar a la sociedad contra el odio en todas sus formas de expresión, desde el bullying en las escuelas, el cyberbullying y hasta los corrosivos mensajes emitidos por políticos y presidentes.
Este es el gran reto de las democracias participativas hodiernas en todo el mundo, el trabajo pedagógico exhaustivo y responsable en la diversidad y la tolerancia que permita despotenciar los escenarios de discriminación y violencia física y simbólica para construir sociedades inclusivas de iguales en la diversidad, porque si la humanidad no logra de una vez por todas erradicar el odio endémico que como una grave enfermedad autoinmune ha infectado sus entrañas, entonces definitivamente y para siempre habrá fracasado como especie.
–
Se me viene a la mente la definicion de significante vacio de Laclau. Asi como tambien el rol de los populismos q creo q tienden a desgastar aun mas las democracias, democracias q “pierden” cada dia contra el capitalismo salvaje y el individualismo.