El neologismo “Posverdad” o verdad emotiva, “Post truth“, permite describir una forma actual de crear y modelar la opinión pública donde los hechos objetivos tienen menos capacidad de influencia que la apelación a las emociones y a las creencias personales.

De acuerdo a Oxford Dictionaries, el término ‘posverdad’ fue usado por primera vez en un ensayo de 1992 por el dramaturgo serbio-estadounidense Steve Tesich en “The Nation”. En el artículo, Texich decía: “Lamento que nosotros, como pueblo libre, hayamos decidido libremente vivir en un mundo en donde reina la posverdad” (Texich reflexionaba en ese texto sobre el escándalo Irán-Contra y la guerra del Golfo Pérsico).

En 2016 el prestigioso diccionario inglés de Oxford lo distinguió con el título honorífico de “palabra del año”, y en diciembre de 2017 se incorporó al Diccionario de la Real Academia Española, quien la definió como la “Distorsión deliberada de una realidad, que manipula creencias y emociones con el fin de influir en la opinión pública y en actitudes sociales.” También incluye  como ejemplo que: “Los demagogos son maestros de la posverdad.”

Un trabajo de la Universidad Autónoma de Barcelona se observó que en ambos casos “Dentro de los resultados de la aplicación metodológica, ésta arrojó que las fake news investigadas cuentan con mínimos elementos periodísticos en sus contenidos. Además, no poseen ética periodística, como las herramientas básicas de la veracidad y la utilización responsable de la información. Sin embargo, visualmente se asemejan a una noticia seria, ya que rescatan los elementos estilísticos y estéticos para atraer la atención de los lectores, como la presentación de la nota de forma atractiva y el uso de fotografías y otros recursos de apoyo.”

En este mundo de la posverdad, se apela a las emociones del público para desdibujar las fronteras entre lo falso y lo verdadero. Esto provoca que asumamos como ciertas noticias que no lo son. Si el mensaje apela a la emoción, genera una reacción instantánea en el receptor, quien da por válida determinada información sólo porque concuerda con su manera de ver el mundo.

La posverdad, por tanto, puede ser una mentira asumida como verdad o una versión de la realidad que es más una creencia compartida por una sociedad que un conocimiento fundado en hechos. Es decir se toman como “verdaderos” relatos en lugar de hechos que efectivamente sucedieron.

“Hoy el pensamiento crítico está  amenazado, nos encontramos ante una realidad en la que el riesgo latente es que el ciudadano no sepa distinguir qué es demagogia y qué no lo es. Que se erosione la democracia, que tengamos pueblos desempoderados y con menor juicio crítico, sin capacidad de exigirle a sus gobiernos una rendición de cuentas.” (Luis Antonio Espino)

Estamos frente a un poder invisible y simbólico, que se entrama en todos los aspectos de la cultura y crea e instala el sentido común a través de distintas técnicas de sugestión y manipulación que logran producir en gran parte de la sociedad lo que definió la psicóloga y escritora Nora Merlín como “colonización de la subjetividad”.

Entonces nos preguntamos: ¿Cómo opera la posverdad?

Hemos encontrado 5 rasgos distintivos:

  • Repetición

Un rasgo definitorio de la política de la posverdad es que los activistas continúan repitiendo sus puntos de discusión, incluso si los medios de comunicación o los expertos independientes demostraran que estos puntos fueran falsos. En un modo más extremo, puede hacer uso del conspiracionismo. Varias tendencias en el ámbito de los medios de comunicación han sido culpadas por el aumento de la percepción de la posverdad. La objetividad de los hechos deja de tener importancia y se dan por verdaderas las afirmaciones que con más insistencia se escuchan. Repetición y verdad son los dos conceptos que terminan yendo de la mano. Se comprobó asimismo que la fuerza de la familiaridad de un enunciado es tal que puede llegar a superar el pensamiento racional: así, la insistente repetición en que un hecho dado por cierto es falso, puede generar el efecto contrario, y llevar a creer todavía más en aquello que se intenta desmentir, en un efecto paradojal.

En otras investigaciones se remarca la tendencia a dar por cierto y privilegiar todo aquello que coincida con las ideas que a priori se tenían sobre tal o cual tema, lo que se conoce también como “sesgo de confirmación”.  Se habla, así, del  efecto de la verdad ilusoria, que define a la tendencia a creer que una información es correcta a partir de haberla escuchado reiteradamente. Llegó a esta conclusión un estudio llevado a cabo en 1977 por investigadores de las universidades Temple y Vilanova, y ratificado más tarde por otros trabajos.  Los ciclos de noticias de 24 horas, que requieren informes y análisis constantes, también contribuyen a que los canales informativos recurran repetidamente a las mismas figuras públicas, lo que beneficia a los políticos más conocedores de las relaciones públicas, y conllevaría a que la presentación y la personalidad del entrevistado tenga un impacto mayor en la audiencia que los mismos hechos en análisis, ​ mientras que el proceso de reclamación, derecho a réplica y reconvención puede proporcionar material para varios días de cobertura de noticias a expensas de un análisis más profundo del caso.

  • Apelación a la emoción

Cuando la política es atravesada por éste fenómeno, los debates se encuadran en la apelación a las emociones, desconectada de los detalles de las políticas públicas por la reiterada afirmación de puntos de discusión en los cuales las réplicas fácticas son ignoradas. Al respecto Nora Merlín, menciona que el marketing ha superado a la política. Que como sabemos, el poder configura nuestra manera de pensarnos a nosotros mismos y que preponderantemente el poder mediático se apropia totalitariamente del significado de las palabras, conduciendo de ésta manera a los ciudadanos a una especie de hipnosis colectiva.

  • Efecto Burbuja

Los especialistas hablan de “efecto burbuja” o “cámara de eco” para hacer referencia a cómo en muchos casos las redes sociales nos devuelven la imagen del mundo que queremos ver, aunque esté totalmente distorsionada de la realidad y la única voz que escuchemos sea la nuestra, ya que nos rodeamos de otros que piensan como nosotros. El efecto burbuja se potencia, además, con la tendencia actual en el consumo de noticias que se verifica en ciertos medios digitales y que apunta a la segmentación personalizada.  Se suma la REVOLUCION TECNOLOGICA. Gracias a poderosos algoritmos de aprendizaje automático, nos aparecen como sugerencias aquellos contenidos que fueron seleccionados en base a nuestros hábitos en el pasado. De este modo, vemos desaparecer las noticias “de interés general” en manos del “interés particular”, informaciones híper-segmentadas y ultra-específicas.

Los medios sociales añaden una dimensión adicional, ya que las redes que los usuarios crean pueden convertirse en cámaras de eco (posiblemente acentuadas por la burbuja de filtro) donde domina un único punto de vista político y el escrutinio de las reivindicaciones falla, ​ permitiendo la existencia de un ecosistema mediático paralelo de sitios web, editoriales y canales informativos que terminan repitiendo afirmaciones posfácticas sin refutación. ​ En este entorno, las campañas negativas basadas en técnicas de posverdad pueden ignorar los controles de veracidad de los hechos o desestimarlos como motivados por prejuicios. ​

Muchos medios de noticias están obligados por las normas para garantizar imparcialidad. En algunos casos, esto conduce a un balance falso donde los puntos de vista de las minorías reciben un énfasis indebido y las exageraciones o mentiras contadas durante las campañas políticas no son adecuadamente cuestionadas.

En el año 2015, el académico de medios y política Jayson Harsin acuñó el término “régimen de posverdad“. Afirma que un conjunto convergente de desarrollos ha creado las condiciones de la sociedad de la posverdad: el desarrollo de la comunicación política profesional informada por la ciencia cognitiva, que tiene como objetivo manejar la percepción y la creencia de las poblaciones segmentadas a través de técnicas como el “microtargeting” (microcentralización de receptores de determinados mensajes, incluyendo el uso estratégico de rumores y calumnias); la fragmentación de los modernos y más centralizados medios de comunicación masivos que en gran medida repetían las exclusivas del otro y sus informes, la feroz economía de la atención marcada por la sobrecarga y aceleración de la información, el prolífico contenido generado por usuarios y algunas personas consideradas como voces autorizadas o expertas para distinguir entre lo que es verdad, mentira, preciso o inexacto; algoritmos que determinan lo que aparece en las redes sociales, los rankings de los motores de búsqueda, a veces basados en lo que el algoritmo piensa que los usuarios quieren y no en lo que es necesariamente factual.

El efecto de estas convergencias crea un fenómeno sociopolítico que supera el mero retorno a las primeras formas de periodismo: no es que la verdad y los hechos hayan desaparecido, sino que son objeto de deliberada distorsión y confrontación.  Puesto que la condición es manipulada competitivamente por la comunicación política profesional, Harsin lo llama un “régimen de posverdad” en vez de meramente política de la posverdad.

  • Revolución Tecnológica

La digitalización de los intercambios sociales lleva a que los sujetos se aíslen y se comuniquen con quienes ya piensan como ellos. De esta manera comparten sus creencias sin importar si la noticia que difunden es falsa o verdadera .En este punto es importante tomar dimensión que , 43 millones de argentinos utilizan a diario Internet para saber qué sucede en el país y en el mundo, ya sea por medio de redes sociales, portales o plataformas de audio y video. (Agencia de Medios Zenith).

Desde la neurociencia, Facundo Manes confirma que somos terreno fértil para las manipulaciones de la posverdad: “El cerebro humano procesa enormes cantidades de información en muy poco tiempo. Para brindar respuestas adecuadas a las situaciones que debe enfrentar en forma rápida, muchas veces debe tomar atajos para, de esa manera, ahorrar recursos. Estos atajos conducen a sesgos, esto es, desvíos o errores sistemáticos en el procesamiento de la información. Uno de ellos, el ‘sesgo de confirmación’, consiste en buscar datos que apoyen las ideas o hipótesis que disponemos previamente. Este sesgo suele ser bastante universal e insidioso. Nos lleva a privilegiar de manera implícita la información que apoya las creencias u opiniones que sostenemos en detrimento de otras fuentes de información. En consecuencia, compramos los diarios que coinciden con nuestras creencias políticas y en las redes sociales seguimos a gente o instituciones que dicen lo que queremos escuchar”.

  • Sobreabundancia – Pérdida de autoridad de las instituciones que validan la información

La confianza en las principales instituciones, incluidas las estructuras gubernamentales y de los principales medios de comunicación, ha alcanzado mínimos históricos en países de todo el mundo. Se ha sugerido que bajo estas condiciones los medios de noticias luchan para ganar tracción ante un público más amplio ​ y, entonces, los políticos recurren a mensajes cada vez más drásticos.

Las instituciones democráticas han sufrido un desgaste que parece haber trasladado el uso político de la propaganda, tan común en cualquier sistema, a un nivel diferente que puede con certeza expresarse como el esfuerzo por alcanzar la normalización de la mentira y el uso del engaño como recurso de modo abierto.

El problema serio que detona la normalización de la mentira se encuentra menos en los signos de desgaste institucionales y más dentro de la naturaleza humana: la pérdida de confianza. Al sufrir, la ciudadanía, la pérdida de la confianza en sus instituciones, se socava el respeto a las autoridades y se mina su credibilidad. Una circunstancia así trastoca el orden moral y deja a la población en situación de vulnerabilidad por la pérdida del sistema de referencia moral colectivo. Esto, afecta por igual a todo tipo de autoridad moral incluyendo a las que tradicionalmente estructuran nuestros sistemas de validación de la verdad, y me refiero con ello a los científicos y sus agrupaciones, las universidades, los expertos, etcétera. Al perderse las voces de autoridad reconocidas en torno a la verdad, por la desconfianza social en las estructuras que sostienen dicha autoridad, la verdad queda en flotación y cae con facilidad en el relativismo, quedando así en un estado de indigencia.

Si a esto le aunamos la muy prolija intervención de los actuales medios de comunicación, como gestores de la información, podemos afirmar que, literalmente, nos encontramos inundados de información. Es claro que, dada la complejidad del mundo, la sobreabundancia de información ha tenido más bien efectos contraproducentes al presentarnos información cuyos contenidos pueden ser no solo opuestos sino hasta contradictorios, y aunque los medios informativos sean capaces de generar la ilusión de saber, pueden también provocar que las personas reúnan una gran cantidad de información y estar, no obstante, desinformadas por no encontrar modos de articularla o comprender cabalmente sus muchas aristas.

Cómo detectar las noticias falsas y la posverdad en el lenguaje

“Se puede desafiar el algoritmo y romper la burbuja si se toma la decisión de no entrar siempre a los mismos sitios, de diversificar la información, de suspender el retweet antes de verificar lo que dice. Son cosas muy sencillas que pueden romper esa lógica”.

La toma de conciencia de lo condicionados que estamos, debería ser el puntapié inicial de asumir la  tarea de informarnos e informar responsablemente.

Optar por elegir leer más puntos de vista y desafiar nuestras creencias es, además, saludable para nuestro cerebro. “Para ‘abrir’ nuestra mente necesitamos poner en tela de juicio nuestros pensamientos, especialmente aquellos que interfieren de manera negativa con nuestra vida. Y en este proceso, rodearse de gente que opina diferente a uno es una buena estrategia. Por eso, está cada vez más claro que el conocimiento novedoso surge de las diferencias. Hay evidencia que muestra que la gente con una mente más abierta ve el mundo diferente ya que se permite procesar cierta información que otros filtran estimulando respuestas creativas. La ciencia es un gran ejemplo de  cómo el conocimiento más novedoso surge de la discusión entre pares, mientras que la democracia es otro de los ejemplos más cabales sobre estos mecanismos humanos que sirven para corregir nuestros sesgos”, ilustra Manes.

Tenemos que tomarnos el trabajo y  de examinar el lenguaje, ya que hay ciertas características que pueden ayudarnos: en general suele utilizarse un discurso apelativo muy marcado (es aquel que tiene como principal objetivo el actuar sobre el oyente para tratar de persuadirlo, ordenarle o pedirle algo. En el Discurso Apelativo, el emisor se comunica con el fin de provocar en el receptor alguna acción.

Características

– Uso de la 2ª persona del singular o del plural (USTED, USTEDES)

– Acento puesto en el receptor

– Uso frecuente de oraciones exhortativas o imperativas

– Uso de oraciones interrogativas

También es necesario estar atentos a los datos que se mencionan y contrastar la información con fuentes confiables. Aunque en general la ausencia de datos es una particularidad de estos discursos.

Con respecto a las noticias falsas (fake news)

  1. Investigar fuentes
  2. Buscar un link que lleve a la noticia, ya que es sencillo crear “capturas de pantalla” falsas y compartirlas.
  3. Cuidado con cuentas de periodistas reconocidos que son apócrifas.
  4. Ver cómo está escrita la noticia, ya que las “fake news” suelen tener errores ortográficos o de tipeo.
  5. Chequear la veracidad de la foto: buscando en Google Images si la imagen aparece en otros sitios o es vieja, o reciclada de otra nota.
  6. Una noticia de alto impacto no podría estar en un solo sitio. Buscar más fuentes si se sospecha.
  7. Abrir la nota y chequear la fecha

Nos encontramos con un nuevo dogmatismo, que reemplaza las cuestiones de fe religiosa, pero que se maneja con los mismos presupuestos, ya que en la sociedad de la posverdad lo importante es lo que a cada uno le parece, como si fuese una cuestión de fe, de suerte, que unos y otros aceptan la hipótesis que más les conviene según su ideología. La creencia o la superstición han reemplazado, así, a la verdad objetiva cuyo fundamento son los hechos.

Así mediante la colonización de la subjetividad del individuo y los pueblos, se atenta contra la libertad y la emancipación del ser humano y de la sociedad.