Internet se ha vuelto una herramienta masiva de comunicación y producción, generando en sus usuarios no sólo un cambio de comportamiento a nivel social, sino  también a nivel comunicacional.  Previo a su uso, la comunicación inmediata existía sólo a través del teléfono, siendo este el primer medio de comunicación pero no de difusión.  Esta situación comportaba el intercambio de mensajes entre dos personas únicamente por un tiempo determinado.

Actualmente, los mensajes virtuales salen de un usuario y son compartidos con todo el mundo a cada segundo. La información pasa de ser privada a ser compartida constantemente, pudiendo a la vez esta información ser aceptada o rechazada por aquellos a quienes alcanza.  Hoy en día la cultura mediática está en constante cambio gracias a que los usuarios son millones y el contenido es heterogéneo; las posibilidades son muchas.

Ante esta situación, ¿Cómo influye este nuevo paradigma en lo social? La sociolingüística tiene hoy un objeto de estudio bien complejo.  Mientras lo compartido y la generación de vínculos o nexos se desarrollan a un ritmo nuevo, más dinámico y constante, las palabras también mutan su sentido dentro de los nuevos medios.

El lingüista británico Robert Malcolm Ward Dixon explicaba la evolución lingüística como producto de los factores externos,  sobre todo geográficos, más que por disparadores lingüísticos.  Aseguraba también que los períodos en que se interrumpió el equilibrio de modelos lingüísticos siempre han sido breves en comparación con los de equilibrio. Apunta al Siglo XV como aquél en que comienza la mayor interrupción ligada a la colonización europea de gran parte del resto del mundo, lo cual condujo a la extinción de la mayoría de las lenguas.

En un contexto de globalización, existen nuevos focos de atención sobre los nuevos modelos de uso y adquisición de lenguas, marcados por la ruptura con el formalismo lingüístico.   Este escenario en el que la lengua está en un constante compartir y adquirir frente al mundo, ¿Debe entenderse como una ruptura o más bien como una continuidad de los modelos lingüísticos?

Actualmente, el ciberlenguaje genera un espacio de debate en torno a él y existen quienes creen que la era digital destruye el lenguaje y,  por otra parte,  quienes lo ven como un nuevo estadio de la lengua más dinámico de lo que se está acostumbrado a estudiar.  Los nuevos discursos propios de los canales de comunicación existentes en la virtualidad  como el chat, el correo electrónico o mensajes de texto, muestran en su aparición y evolución actividades cognitivas de comprensión y producción que denotan una concepción posmoderna de comunicación.  El sociólogo francés Pierre Bourdieu reconoce en la interacción un mercado que, sumado a lo que llama habitus lingüístico.  generará una expresión lingüística o más bien, el discurso.

En este discurso yace tácitamente el resultado de situaciones sociales desiguales; los discursos tienen un valor social.  El conjunto de normas de interacción que reflejan el poder social de los actores que se hallan en él determinarán el valor del discurso. De esta manera, los discursos son jugadas prácticas con las que las personas intervienen en un mercado lingüístico, con el fin de aumentar sus beneficios simbólicos.

Si se ejerce poder a través de la producción de los discursos, estos a su vez cobran valor sólo en relación con un mercado determinado. El valor real del discurso dependerá de la relación de fuerzas establecidas entre las competencias lingüísticas de los hablantes.  Esto reflejará a su vez la capacidad de apropiación de capitales simbólicos que por su parte responden al campo en el que se da la acción comunicativa. Esta idea concluye en que el lenguaje no se entiende desde su sola condición de ser sino a partir del sentido práctico en el campo social.

El filósofo surcoreano Byung-Chul Han, en “La sociedad de la transparencia” diagnostica la sociedad contemporánea analizando la exposición a la que está sometida en esta nueva era tecnológica.  Habla de la constante búsqueda de una supuesta transparencia a partir de la hiper-compartición constante, la cual resulta engañosa.  Califica el panorama actual como un enjambre digital, conformado por individuos aislados que a la vez fomentan una hiper-comunicación digital y así se destruye el valor del silencio, necesario para la reflexión.  De esta manera, existe solo ruido sin sentido justificado por un imperativo de transparencia que sólo cuestiona todo aquello que no se somete a la visibilidad, y esto es violento.

“En la sociedad expuesta, cada sujeto es su propio objeto de publicidad. Todo se mide en su valor de exposición. La sociedad expuesta es una sociedad pornográfica”.  (Byung-Chul Han).

Es preciso atender las cuestiones que atañen a la nueva dinámica de relacionamiento a partir del uso de las redes sociales.  El salto cualitativo que ha dado el funcionamiento y la modalidad de intercambio entre las personas ha sido realmente llamativo teniendo en cuenta un pasado analógico intacto por años. La cultura del apuro, los nuevos tiempos y valores instaurados por lo digital conllevan mucho más que las consecuencias que están a la vista.  Hoy las personas entienden el mundo mediatizado a través de artefactos tecnológicos y contenidos globalizados.  Las tendencias están bien marcadas y son impuestas de una manera tal que la normalidad se disfraza de naturalidad y no da lugar a cuestionamientos.  Estos hábitos inconscientes abren el debate sobre qué valor aportan a la sociedad y a su auto percepción.  La velocidad con la que el humano está dispuesto a relacionarse, entendiéndola como un valor, afecta indudablemente a su entender emocional y su relación con la comunidad.

La rapidez como característica sine qua non para lograr el éxito y la cultura del desapego, han logrado llevar a las personas a concebir lo fácil como bueno y de esta manera la eliminación de todo contacto no mediatizado como una amenaza a su adaptación al mundo y una recaída en el retraso.

La práctica comunicacional mediada por Internet ha creado una burbuja virtual donde las personas se reinventan y ocupan roles según lo elijan.  La pérdida de la noción de espacio y tiempo han derivado en una desconexión con la comunidad a nivel físico. El cuerpo ajeno y el contacto físico es evitable y por tal considerado como preciso de esquivarse.  Los cambios sistemáticos importantes que ha vivido la sociedad de la mano del desarrollo de la virtualidad han generado un capitalismo de vigilancia.  La adicción a la tecnología muestra sus síntomas en el moldeado de opinión que se vive de manera imperceptible.

Lo que puede ser la era de la hiper-conectividad e información es también la otra cara de una era de la desinformación.  Si las noticias falsas viajan más rápido que las reales y la atención del usuario es el producto que se vende, es preciso pensar en la responsabilidad moral que se tiene desde ambos lados de un producto on line.

La dismorfia generada por el hábito de mostrarse a través de filtros o imágenes perfeccionadas generan depresión y una falta de comprensión de lo que realmente se es.  Sin dejar de lado que el lenguaje se adapta a las necesidades actuales, considero preciso estudiar qué existe detrás de cada hábito comunicacional, de cada palabra o cada tendencia comunicativa.  Si el ser humano piensa porque habla (o habla porque piensa) no deja lugar racional a creer que el lenguaje no sea fundamental para entender a la sociedad.

Es más que necesario poner atención al fulgor de las palabras; estas transportan mucho más que ideas conceptualizadas y delimitadas por formas gramaticales.  Detrás del lenguaje existe lo que el hombre cree y su manera de entender el mundo; de alguna manera, creo también está marcada la orientación hacia donde se dirige la comunidad.

Hoy es imprescindible entender qué conceptos existen realmente detrás de los mecanismos de diálogo y qué concepción existe del mundo y de los otros.  Si bien el lenguaje corporal queda excluido en la comunicación virtual, entran en juego otros componentes que desde lo semántico aportan valor a las expresiones y a los temas en boga.  Las reacciones que prescinden de palabras y sin embargo comunican, hablan de una nueva estructura de pensamiento y entendimiento del entorno y de los otros.

Hoy el otro puede ser comprendido y conceptualizado no desde lo físico y tangible, sino desde aquello que recorta para exponer y mostrar.

Las personas tienen que participar cada vez menos del mundo físico para vincularse con la sociedad; sin embargo, tienen al alcance la posibilidad de conectar con cualquier persona en el mundo, en cualquier momento y desde cualquier lugar.  Sin embargo, pareciera no tener valor el cara a cara; en la era del multitasking se prioriza la economía del tiempo antes que la profundidad y el tiempo de reflexión.

Lo que no se comparte en redes “no existe”, “no sucedió”; es tiempo perdido.  El deseo de compartirlo todo no puede ser genuino en tanto no está en la naturaleza humana el entendimiento de la vida a través de un artefacto orquestador.  En redes se vive a través de experiencias ajenas y el compartir resulta un acto de congraciamiento con las tendencias señaladas como integradoras al “mundo actual”.  El entendimiento de comunidad y la cercanía se materializan en la web; fuera de ella pareciera que la vida no sucede.

Pero, ¿a qué llevará un mundo donde lo artificial y mediatizado está cubierto por un manto de modernidad y progreso?   La exposición al mundo a través de una pantalla no es natural, mucho menos si lo que se comparte de sí mismo a modo de socialización no es más que un recorte de lo que se considera válido y aceptable para ser parte de la comunidad virtual.

Si el ser humano se está alejando de su naturaleza, ¿Hacia dónde va realmente? ¿En qué momento se consideró como “desarrollo” al aislamiento físico y a la exposición constante mediante un personaje construido para el afuera?  Mientras  logre cuestionarse todo aquello que lo rodea, el ser humano podrá cuestionarse a sí mismo y así racionalizar todo aquello que es y cree.