Victoria, sos especialista en Derecho Penal y tu trabajo final de especialización lo realizaste sobre “Oferta y Demanda de Trabajo Sexual en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires”, contanos ¿Qué evolución tuvo el estatus jurídico del trabajo sexual en la CABA?

La Argentina en general tuvo una postura reglamentarista, pero bastante liberal en lo que era el trabajo sexual, no se perseguía el trabajo sexual ni a la trabajadora. Recién con la Ley de Profilaxis de las Enfermedades Venéreas de 1939 se empezó a tomar una postura abolicionista, que es la que supuestamente tenemos actualmente en la ciudad de Buenos Aires. Lo que ocurre actualmente es que el Estado Nacional, si bien no reprime la actividad, ha deferido la regulación en los códigos locales contravencionales y de faltas.

En mi investigación, y para hacer un foco más pequeño, trabajé en la situación particular de la CABA, pero cada provincia tiene su propia reglamentación y en la mayoría el trabajo sexual está perseguido de hecho, es decir, si bien no es técnicamente “ilegal”, se persigue a quien ofrece y a quien consume trabajo sexual bajo el pretexto de una afectación en el uso del espacio público o que se producen alteraciones de la tranquilidad pública. En la práctica, termina siendo una actividad combatida.

En la CABA, primeramente, rigieron los edictos policiales, que fue la primera norma escrita al respecto; antes de eso existía el sistema de los bandos policiales creados en el virreinato que eran dirigidos por los alcaides de barrio donde las normas reflejaban la moral del momento. El trabajo sexual nunca fue bien visto desde la moral pública y los edictos policiales tuvieron muchos vaivenes, porque al principio estaban delegados en los jefes de Policía, lo cual en cierta forma permitía que las fuerzas de seguridad reglamenten y sancionen a particulares. A partir de 1994 la Ciudad adquiere su estatus jurídico actual y dictó primero el Código de Convivencia Urbana y luego el (vigente) Código Contravencional y de Faltas, cuyo actual artículo 86 persigue la oferta de sexo cuando es realizada en espacios no autorizados en la vía pública de manera ostensible. Antes se apuntaba a proteger la tranquilidad pública y ahora el bien jurídico protegido es el espacio público.

Actualmente, al referirse a los espacios autorizados, el código establece por medio de una cláusula transitoria que, hasta en tanto se determinen cuáles serán los lugares autorizados, la actividad no podrá realizarse en zonas que están a menos de 200 metros de establecimientos educativos o de lugares de culto, y también se incluye casas particulares.  El problema es que a casi veinte años de la sanción de los códigos de la ciudad, e incluso con su modificación en 2018, los lugares prohibidos continúan vigentes pero existe un silencio respecto de cuales se destinan para el uso de quien practican el trabajo sexual.

Actualmente la oferta sexual en la vía pública se realiza  en los bosques de Palermo, donde las mujeres están a la intemperie, desprotegidas de las inclemencias del clima y a merced del abuso de las fuerzas de seguridad que las detienen y las acusan de hacer “oferta ostensible” y les inician causas judiciales por tal motivo.

 

 

¿Pensás que las fuerzas de seguridad tienen una mirada machista y androcéntrica sobre las trabajadoras sexuales, ya que las someten a extorsiones exclusivamente por razón de su trabajo?

Exactamente. De hecho, la Asociación de Meretrices Argentinas habilitó una línea telefónica para denunciar estos actos de abuso y de violencia, los cuales también pueden suceder por parte de clientes, pero el 81% de estas denuncias son por violencia institucional.

Cuando te referís al trabajo sexual, ¿estás hablando del servicio que consumen los varones o también estás incluyendo el servicio prestado por varones que pueden consumir mujeres?

Mi investigación apuntó al trabajo sexual realizado por mujeres, travestis o transexuales femeninas. El trabajo sexual de varones es marginal y no forma parte un grupo históricamente desaventajado como como si es el caso de las mujeres, travestis y transexuales que quienes enfrentan cuestiones de desigualdades estructura por el solo hecho de pertenecer a sus colectivos.

¿La trabajadora que realiza oferta en la vía pública en qué se  diferencia de la oferta que se realiza en casas o por internet?

El grupo más vulnerable es el que está en la vía pública, las mujeres que están en un book o en OnlyFans pueden tener persecuciones, pero probablemente no tan intensas, y tienen menos riesgos frente a las fuerzas de seguridad.

Pero, de todos modos, todas tienen vulnerados sus derechos porque no pueden registrar su trabajo, no lo pueden declarar ni acceder a una jubilación Tampoco pueden acceder a la medicina porque al ser una actividad que, sin estar prohibida, tampoco está regulada por el Estado, las trabajadoras tienen problemas para acceder a la atención médica ya que son discriminadas o maltratadas.

 

 

¿Existe un sesgo social donde la feminización de la pobreza  acentúa la desigualdad en esta profesión donde la mujer más pobre debe ir a la vía pública y está más expuesta?

Sí, ya que hay falencias estructurales. Conseguir un lugar para trabajar implica además tener una computadora, a la que no todas las personas acceden, tal como quedó evidenciado con la pandemia, en la que los niños, niñas y adolescentes en situación de pobreza  fueron los que más perdieron conexión con sus escuelas.

En la Ciudad de Buenos Aires, cuando era puerto,  existían los famosos lugares de cita en el bajo, adonde llegaban los marineros en busca de trabajadoras sexuales. ¿Sigue siendo la ciudad un lugar de destino sexual?

Hoy, en ese sentido tiene mucho más trabajo la comunidad gay, ya que es un de las ciudades reconocidas como destino gay friendly. Contando con diversas propuestas turísticas, desde alojamientos a boliches de la comunidad gay.

¿Qué mirada tenés de la situación de la trabajadora sexual en Ámsterdam, que está exhibida en una vidriera?

Tuve la oportunidad de estar allí y conocer a las trabajadoras personalmente. Incluso estuve en la Casa de la Prostitución de Ámsterdam. No quiero hacer afirmaciones concluyentes –ya que la indagación en estos casos fue más bien anecdótica, y no utilizando un método preconcebido de investigación–, pero indagué si tenían problemas de persecución por parte de la Policía, ya que en nuestro país, como dije, existe maltrato, abuso e incluso regenteo por parte de las fuerzas de seguridad. La respuesta que me dieron fue rotunda: no existe persecución policial de ningún tipo, incluso las trabajadoras pueden acudir a ella tienen algún problema con un cliente que, por ejemplo, no quiera abonar lo acordado. Se realiza un contrato con todas las especificaciones del servicio, si el cliente no cumple, la policía interviene en auxilio. De las vidrieras está prohibido tomar fotos. Muchas mujeres tienen otro trabajo y toman este trabajo en las vidrieras como complementario. Incluso en la esquina hay una Iglesia y hay una convivencia armónica. Es una actividad reglamentada. Pregunté qué sucede con las mujeres que no desean realizar este trabajo pero que están en condiciones de pobreza o que son migrantes; me informaron, siempre en la Casa de la Prostitución, que hay políticas públicas del Estado por la cuales a las mujeres pobres que no deseen realizar trabajo sexual el Estado les ofrece pasantías en otros lugares, cursos de idiomas, etc. Tienen un conjunto de políticas que hacen que el trabajo sexual no sea la única salida sino una decisión personal y libre.

 

 

En cambio en Latinoamérica la pobreza endémica hizo que a nuestro país llegaran muchas migrantes de la región o incluso del interior de nuestro país, muchas de las cuales venían engañadas.  ¿Esta situación continúa?

Esa actividad se verificaba a principios del siglo pasado, las mujeres no venían por propia voluntad, sino engañadas; les ofrecían mejor vida, mejor condiciones de trabajo, había captación, era la llamada “trata de blancas”. Existía un sector del Cementerio de la Recoleta que estaba destinado a las chicas de los burdeles. Morían jóvenes y se las enterraba en tumbas sin nombre.

Hablemos de la trata en nuestro país.

Muchas de las mujeres que luchan por el abolicionismo, por la eliminación del trabajo sexual, dicen que trabajo sexual es igual a trata.  A mi criterio no son situaciones análogas, existe una diferencia que pasa por la elección particular de la mujer.  En la trata el consentimiento está viciado porque las víctimas de trata han perdido su libertad y son  extorsionadas de múltiples formas, con que les van a sacar a su hijo pequeño o que les negarían el dinero para enviar a su familia, con la que no pueden tener contacto. No pueden hablar con nadie.

Una de las características de la trata es que las mujeres siempre tienen “deudas”,  por el viaje cuando vinieron, por la comida, por medicamentos, etc.  Además las van cambiando de ciudad y les sacan sus documentos. Es una forma de esclavitud. Hay casos de reducción a la servidumbre incluso en tareas de cuidado. Hay una gran diferencia con la trabajadora sexual que libremente decide realizar esta actividad.

En el caso de las casas de citas, ¿cuál sería la línea que separa la actividad libre de la trata?

Aquí hay que ver si esa actividad se encuentra regenteada o si hay un provecho por parte de un tercero, eso incluso está sancionado en nuestro Código Penal. Pero si un grupo de mujeres está alquilando un espacio en forma conjunta y no dependen de nadie, aquí hay una actividad libre.  Sin embargo, y vuelvo al tema de la persecución, muchas veces estos lugares igualmente son allanados porque se los acusa de ser burdeles cuando en realidad no lo son. Generalmente son denunciados por los mismos vecinos porque la realidad es que está “mal visto” el trabajo sexual.

 

 

¿Pensás que el trabajo sexual está vinculado a la pobreza? ¿Hay más trabajo sexual en los países pobres?

Sí, pero no veo que tenga diferencias con (por ejemplo) las tareas de cuidado, tales como trabajar de niñera o de empleada doméstica.  Estas tareas, incluso el trabajo sexual, son tareas feminizadas.

Existe también la cuestión de la edad ¿después de cierta edad ya no pueden trabajar?

En el caso de las travestis, que están aún más discriminadas por la sociedad, tienen una expectativa de vida de 35 años.  Esperemos que ahora, con la ley de cupo y las nuevas leyes de identidad de género que se están trabajando, las capacitaciones en género por la ley “Micaela”, etc., que todo eso ayude para cambiar la cabeza de los operadores de las fuerzas de seguridad, de la justicia y de la salud.

Me sorprendió el  caso de las trabajadoras travestis ¿cuáles son las causas de muerte tan jóvenes?

Especialmente enfermedades no tratadas, también violencia institucional o travesticidios. La discriminación desde chicas, el bullying en las escuelas, las lleva a una alta deserción educativa. Además muchas incluso se ven forzadas a dejar su casa porque tampoco son aceptadas. Terminan en la calle y su única salida es el trabajo sexual. Entiendo que con muchos años de ESI (educación sexual integral) se puede empezar a revertir este problema, porque desde que se identifica el género ya nos educan de determinada forma y esto incluye cómo es que tenemos que operar socialmente: al varón se le asigna el rol de proveedor, ya la mujer el de cuidadora. Ahora, con las nuevas familias que pueden tener dos madres o dos padres, toda esta diversidad puede ayudar a que se empiecen a romper estos roles pre asignados al género, a que se rompa con este paradigma.

¿Hoy que faltaría en la CABA para que esta tarea esté regulada?

No tienen ningún beneficio de la seguridad social, ni pueden hacer aportes para acceder a una jubilación, ni tampoco tienen obra social. Quedan excluidas de la economía formal y se ven privadas de la posibilidad de regularizar su fuente de ingresos, fundamental para acceder a una cuenta bancaria o servicios financieros de cualquier tipo. En el caso de salud, también sufren maltrato o discriminación por realizar este trabajo, en especial en el caso de las trabajadoras travestis, donde se ven más las interseccionalidades de la discriminación.

¿Sería ésta una nueva conquista de la marea verde?

Bueno, si hacemos un paralelo, cuando salió la Ley de IVE, también salió el Plan de los 1.000 Días, para acompañar a las mujeres que querían continuar con su embarazo, que prevé una ayuda hasta el tercer año de vida del menor. Esto debería ser análogo, reconozcamos a las trabajadoras sexuales y no las obliguemos a esconderse, que no tengan que estar en el medio del bosque, a la intemperie; pero también démosles las herramientas, si quieren dejar el trabajo sexual,para que puedan tener otra alternativa.  Por ejemplo, que puedan acceder a terminar sus estudios, ya que -como mencioné antes- muchas travestis ni siquiera pudieron terminar la primaria por la discriminación que sufren.

Hay un relato de vida muy bueno que hace Camila Villada en su libro “Las Malas”. Ahí, la autora relata ese recorrido, ya que su sexo asignado al nacer fue masculino y finalmente terminó ejerciendo el trabajo sexual, porque se tuvo que ir de su casa y de su pueblo. Tuvo que trasladarse a Córdoba y ese fue el único trabajo que encontró.

Hacen falta, en definitiva, políticas públicas que permiten zanjar desigualdades estructurales –por condición de género, social, étnicas, etc.; eso permite que la elección del trabajo sexual como medio de vida sea realizada de manera libre. Actualmente en la ciudad de Buenos Aires existe un bachillerato para chicas travestis, Mocha Celis (Bachillerato Popular Travesti-Trans Mocha Celis). También hay otros emprendimientos de ayuda que son del colectivo, pero no hay planes estatales para que puedan ir a la Facultad.

Hace cinco años que doy clases de Derecho en la UBA y hasta ahora no he tenido ninguna alumna trans ni travesti. Porque no solo está la discriminación sino que eso también se transforma en una barrera mental para la persona que se convence de que “no puede” y que debe permanecer en la clandestinidad.

Por eso está muy bien lo que hace la actriz trans Lizy Tagliani de mostrarse estudiando para que pueda ser tomada como modelo de que se puede estudiar aunque seas transexual.

Es necesario que se dé a las trabajadoras sexuales la posibilidad de que se reglamente su trabajo, pero también que existan políticas públicas para acompañar a quienes no quieren realizar el trabajo sexual,  que no sea “no me quedó otra que prostituirme”, sino que pueda realizarse voluntariamente y que las trabajadoras tengan derechos laborales. En la situación actual, donde el trabajo sexual es “mal visto” y hay una cuestión moral de por medio, se las condena a ocultarse, a no tener la posibilidad de negociar un buen trato con el cliente, a que el personal policial pueda abusar de su posición, etc.

Lo que queremos es que la mujer pueda decidir. Negar la existencia de las trabajadoras sexuales y negarles sus derechos laborales favorece la violencia contra la mujer y perpetúa su explotación.

 

 

Bio

Victoria Carrara

Es abogada, especialista en Derecho Penal, egresada del Programa de Género y Derecho de la Universidad de Buenos Aires, Docente de Derechos Humanos y Garantías en la Universidad de Buenos Aires.

Elaboró su Trabajo Final de Especialización sobre “Oferta y Demanda de Trabajo Sexual en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires”.